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Donostia, en la 'España fea': ¿qué hace una ciudad como tú en un libro como éste?
-El periodista Andrés Rubio dedica un capítulo de su ensayo a analizar el descuido y las tropelías contra el patrimonio urbanístico donostiarra de las últimas décadas
Alberto Moyano
San Sebastián
Sábado, 30 abril 2022, 11:27
«Las ciudades necesitan figuras como Oriol Bohigas, con criterio, decisión y bagaje intelectual». Es la conclusión a la que llega el periodista Andrés Rubio (Páramo del Sil, León, 1962), que se ha convertido estos días en la sorpresa editorial con su ensayo 'España fea', un recorrido a través de los destrozos arquitectónicos y urbanísticos que atraviesan el país de norte a sur y de este a oeste. Que en un estudio con ese título haya un capítulo dedicado a Donostia puede parecer en un principio improbable, pero en las páginas dedicadas a la capital guipuzcoana Rubio levanta acta del derribo de 400 villas de principios del siglo XX, del despropósito edificado en Miracruz, 19, de la sustitución de la barandilla de La Concha, del caso del Bellas Artes o de la operación Mercado de La Bretxa.
De la mano de Áncora, aunque manejando también abundante documentación propia, el autor de 'España fea' lamenta la ausencia en España de un plan estratégico similar al francés, que la figura del pensador de la ciudad esté denostado, critica que los arquitectos «hayan sido tomados como rehenes», y sostiene que muchas operaciones inmobiliarias se explican «porque los caminos de las licencias de construcción son inescrutables».
San Sebastián... ¿fea? En principio y al margen de chauvinismos, lo primero que sorprende es que un libro titulado 'España fea' dedique un capítulo, corto aunque denso, a San Sebastián, un lugar que según admite Andrés Rubio «es maravilloso en el imaginario colectivo de los españoles», pero que con 450 villas marineras de principios del siglo XX demolidas «merece un apartado». Rubio atribuye estos derribos a que «hay familias que prefieren tirar la villa y construir un bloque de viviendas de lujo que les reportará mucho dinero» y «al cortoplacismo de los políticos, convertidos en 'construgobernantes'».
Vista de Ondarreta con cien años de diferencia:
Antiguas villas. «Cuando tú destruyes algo relevante -señala Rubio-, destruyes un paisaje de la memoria. Cuando en 2008 se derribó Villa Sobrino, de Javier Carvajal, el arquitecto Ekain Jiménez escribió que era un edificio que veía a diario desde que tenía seis años y que influyó en su vocación». Niega el periodista que este apego a la memoria sea una postura reaccionaria. «Al contrario: defender estos paisajes de la memoria y este tipo de arquitectura del ataque apabullante de la turbina neoliberal es vanguardista».
Nuevas villas. Al dislate que suponen determinados derribos se le suma el que conllevan las consiguientes edificaciones. En opinión del periodista y sin salir del ámbito de las villas, «en San Sebastián hay una burguesía poco exigente y que se ha vulgarizado, cosa que no pasa en Barcelona».
Arriba, villa Sobrino, diseñada en 1971 por Javier Carvajal. Este emblemático edificio que «actualizaba el caserío vasco con una vibrante tensión compositiva entre pasado y presente», fue derribada en 2008. Desde entonces, el solar permanece vallado y vacío.
Restaurante Chomin. La «demolición del famoso caserío», entre julio y agosto de 2016, fue a juicio del autor el «detonante» de la «conciencia ciudadana. A partir de ahí, las protestas han ido creciendo y los derribos han obtenido mayor eco», asegura Andrés Rubio.
Villa Kanimar, demolida también en 2016 en Ondarreta.
Miracruz, 19. También considera que se da esta circunstancia en la demolición del antiguo edificio de Miracruz, 19, sustituido por «un proyecto no muy afortunado. El Ayuntamiento no debería haber autorizado, pero los caminos de las licencias urbanísticas son inescrutables». Pese a considerar el nuevo edificio «indigno», admite Rubio que este concepto no está vinculado a la legalidad de la operación, lo cual le lleva a abogar por una «deconstrucción jurídica» del ordenamiento urbanístico.
Bellas Artes. Más controvertido resulta aún el interminable culebrón del viejo cinematógrafo, propiedad de SADE. A su juicio, «las intervenciones en los edificios históricos han de ser muy escrupulosas y ya se ha demolido el interior. Entiendo los argumentos de la propiedad porque todo el mundo tiene sus legítimas razones, pero tanto el estado como cada ciudad necesita un plan estratégico que tenga al mando a los pensadores». Rubio cree que «en un caso como el del Bellas Artes, sobre el que el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios lanzó una alerta internacional, a lo mejor las administraciones tienen que sentarse y adquirirlo para darle una utilidad en la ciudad que acoge el único festival internacional de cine del país, con otros usos para el resto del año».
Kursaal. El caso del Palacio de Congresos se sitúa en su opinión en el apartado de aciertos ya que, al margen del valor del antiguo Kursaal, «el solar estuvo vacío durante décadas, no sería justo compararlo con el edificio de Moneo, que es una obra maestra y de una categoría admirable». No obstante, insiste en su idea de que «a veces es mejor demoler, pero cuando las intervenciones arquitectónicas pueden dignificar es el momento de intervenir de la forma más inteligente posible».
Fachadas aislantes. Otra de las tendencias homogeneizadoras más exitosa es el revestimiento aislante de las viviendas, aconsejable desde el punto de vista energético y medioambiental, pero con efectos estéticos demoledores «y más, en ciudades tan delicadas como San Sebastián. Supongo que lo ideal sería aislar por dentro siempre que se pueda, como se hace cuando la fachada está protegida». Rubio considera que «es un reto técnico y de imagen para la ciudad, ante el riesgo de un resultado anodino y uniformizador, como ya se ve en algunos exteriores de diversas manzanas de San Sebastián». ¿Cómo conseguir que no se convierta una fachada en un alicatado gigante, que los desafíos ante el cambio climático y la conservación logren ser un matrimonio feliz, que los promotores de estos revestimientos no insistan en la banalidad de las soluciones de bajo coste?, se pregunta, aunque admite que no tiene respuesta.
Bilbao, luces y sombras. También la regeneración de la capital vizcaína es objeto de críticas, ya que junto a aciertos, como el proyecto del Guggenheim, encuentra despropósitos en la propia zona de Abandoibarra. «Lo que se ha hecho en Bilbao es admirable en muchos aspectos, pero creo que no se ha tenido en cuenta el patrimonio industrial y se han demolido construcciones que merecían una lectura más profunda». En este punto, vuelve a la importancia de la memoria: «En la fábrica de bienes Babcock & Wilcox, demolida en 2020, llegaron a trabajar hasta 5.000 trabajadores. Sumémosles sus proveedores, sus familiares, sus vecinos y comprobaremos que ese edificio estaba en la memoria de decenas de miles de habitantes de la ciudad. ¿No merece la pena pensar si hubiera merecido la pena tirarlo para construir edificios modernos estandarizados sin ningún interés?», se pregunta.
Fealdad. Cualquier debate sobre arquitectura y urbanismo se verá interrumpido con el argumento de la subjetividad de conceptos como 'bello' y 'feo'. Algo que no comparte Rubio. «Lo feo no es subjetivo porque cada disciplina establece un canon y aunque es verdad que el de la arquitectura se ha vuelto muy complejo, lo establecen los pensadores de la ciudad. Tengo claro que el canon que mejor se adapta a España es el francés, pero lamentablemente se ha imitado el americano, desregulado, que favorece la corrupción y la iniciativa de las corporaciones capitalistas, pasando por encima de lo que el Derecho Romano llama 'el bien común'».
Pensadores de la ciudad. Andrés Rubio no veo clara la solución a este conjunto de problemas «porque este fenómeno es global y no hay quien lo pare», pero sí que sea cual sea, ha de pasar por «recuperar la figura de los pensadores de la ciudad, cuyo abandono es la causa de los desmanes que se han producido en España». A su juicio, «si el poder en la ciudad lo detenta alguien como el arquitecto y urbanista Oriol Bohigas -delegado de Urbanismo primero y concejal de Cultura después en el Ayuntamiento de Barcelona-, cuya figura no se ha tenido lo suficientemente en cuenta, el resultado es la Barcelona tal y como la entendemos hoy en día. Su legado se basa en las premisas de la socialdemocracia europea, que siguen vigentes. Que su libro 'Contra la incontinencia urbana' esté descatalogado da cuenta de la penuria cultural en la que vivimos».
WHY you ask?!?
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