jueves, 22 de diciembre de 2016

Más Reproches que Aplausos para la Capitalidad

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Más reproches que aplausos para la capitalidad
Quince creadores y programadores culturales que trabajan habitualmente en la ciudad ofrecen su punto de vista sobre Donostia 2016, un proyecto en el que, además, muchos de ellos han participado con distintos niveles de implicación
Un reportaje de Juan G. Andrés - Jueves, 22 de Diciembre de 2016 - Actualizado a las 06:13h

Tras recabar la opinión de ciudadanos, turistas y hosteleros, NOTICIAS DE GIPUZKOA ha contactado con quince creadores y programadores culturales para conocer su opinión sobre Donostia 2016. Casi todos han participado en algún proyecto de la capitalidad y juzgan el año con espíritu crítico: en términos generales quizá ganen los reproches pero no faltan los aplausos.

¿Qué aspectos positivos y negativos destacaría de Donostia 2016?

–Imanol Agirre. Se ha hablado más que nunca de cultura y se ha dado visibilidad a mucha gente, pero la sensación que nos queda tras colaborar con Donostia 2016 es agridulce: no ha estado a la altura de sus trabajadores ni de las expectativas. Hemos vivido momentos bonitos pero discrepamos en el fondo. Sin querer hacer leña del árbol caído, diré que no se puede pretender ser capitalidad cultural a espaldas de sus actores culturales.

–Koldo Almandoz. No me ha gustado su dimensión de evento ni que muchas veces se haya trabajado con miedo y de cara a los medios de comunicación y a la política, pero es positivo que se hayan centrado en los contenidos en lugar de construir continentes culturales en una ciudad que tal vez tiene demasiados.

–Maite Arroitajauregi. La saturación ha provocado que el programa sea difícil de digerir y que muchas cosas chulas no hayan tenido visibilidad. Otras muchas propuestas están muy lejos de lo que considero cultura. El otro día decía Ramon Saizarbitoria que algunas actividades han sido majaderías para atraer gente y que los turistas coman pintxos. Pues eso.

–Mila Beldarrain. Recibí con mucha ilusión Donostia 2016 porque iba a ser, y de alguna manera ha sido, bueno para la ciudad. Pero los donostiarras hemos sido mirones. Se ha trabajado poco la participación ciudadana, ha sido un poco decepcionante, pero a pesar de los fallos, debíamos estar ahí.

–Harkaitz Cano. Fortalecer una oferta cultural que en esta ciudad es ya de por sí bastante buena ha resultado más difícil de lo que parecía, debido a los organizadores y también a la postura escéptica y un tanto avinagrada de la ciudadanía. Lo que menos me ha gustado ha sido la censura de Giltzapekoak. En el contexto de una exposición de artistas que están en cárceles y psiquiátricos no había ningún motivo para no mostrar esas obras (de presos de ETA). ¿No creíamos en la fuerza del arte para la reinserción? ¿O era todo mentira?

–Nagore Eceiza. La ciudadanía no ha tenido muy claro en qué ha consistido y la distribución de los recursos no ha sido del todo acertada, pero el acercamiento total a la cultura ha sido positivo y merece un aplauso.

–Arkaitz Kortabitarte. Ha habido una saturación de eventos que no interesaban a nadie, una malísima comunicación entre instituciones, una organización caótica y un reparto de los recursos nefasto. Pensábamos que podríamos contar con más medios para nuestros proyectos pero todo ha girado en torno a crear o inventar artificialmente actividades que no existían y que desaparecerán en 2017.

–Álex López. Me encanta que la prioridad, al menos por un año, haya sido la cultura, aún a riesgo de que esta palabra termine vacía de contenido. Eso sí, quizá se han matado moscas a cañonazos y gran parte de la ciudadanía ha quedado totalmente ajena.

–Pablo Malo. A falta de una concreción inicial, la gente pensó que la capitalidad inundaría la ciudad con espectáculos y actividades a diario. No ha ocurrido como cuando sales a la calle el 20 de enero y reconoces al instante el día de San Sebastián o los dos primeros domingos de septiembre sabes que hay regatas. Queda el poso de que al final no ha sido para tanto. El único espectáculo singular con reconocimiento unánime ha sido Sueño de una noche de verano. Lo demás, casi todo han sido actividades que no necesitan del respaldo de una capitalidad más allá del soporte económico.

–Sara Morante. Donostia 2016 ha ofrecido muchas cosas. Como ciudadana de a pie he disfrutado mucho de un programa muy variado.

–Javi P3z. Se ha desvirtuado la palabra cultura y el aspecto más difundido ha sido entretener al viandante sin saber muy bien para qué. En la inauguración (de Hansel Cereza) se desataron todos los temores y recelos, y después ha sido un suma y sigue: se ha producido una intromisión en la normalidad cultural de la ciudad.

–Ana Pimenta. Agradezco que no se haya trabajado hacia el ladrillo ni los grandes fastos y que se hayan impulsado propuestas inusuales, arriesgadas en su desarrollo y formato. Pero ha habido caos a nivel de gestión: no es fácil sacar adelante un proyecto así pero a veces hemos sentido que se trabajaba más desde la buena voluntad y la inexperiencia que desde la profesionalidad y el conocimiento.

–José Luis Rebordinos. Tal vez ha faltado alguna actividad de mayor repercusión internacional, pero la cultura ha estado en el foco de todos durante un año y eso es muy positivo.

–Danele Sarriugarte. Ha habido cosas pequeñas interesantes y se ha contado con gente de aquí en varios casos, pero en general, ha sido una macroestructura que la gente ha sentido lejos desde el inicio y no se han esforzado en salvar ese abismo. El tamaño le ha perjudicado: se ha creado una burbuja y ha explotado.

–Rita Unzurrunzaga. Desde la galería Ekain Arte Lanak hemos programado más exposiciones y hemos introducido nuevos espacios. Ha sido un año de muchos esfuerzos, teníamos expectativas depositadas en ese público sensibilizado que atrae la capitalidad, pero no ha resultado ser así, salvo quizá en verano.

¿Se ha cumplido el lema ‘Cultura para convivir’? ¿Ha jugado Donostia 2016 con valentía?

–K. Almandoz. El concepto de convivencia es como el de paz, amor o libertad: más que proclamarlo, hay que practicarlo.

–M. Arroitajauregi. La censura de Giltzapekoak me parece fuera de lugar y con clara intencionalidad política, es la antítesis de ese lema.

–H. Cano. Prohibiría unos años el término convivencia: practiquémosla pero no aireemos la palabra cada cinco minutos. Varios proyectos eran atractivos sobre el papel pero su desarrollo –suele ocurrir– no siempre ha estado a la altura. Eso no es malo, sino señal de que se asumen riesgos: fallar, caerse y levantarse otra vez es una enseñanza clave de la cultura.

–N. Eceiza. Yo no pondría Donostia y valentía en una misma frase. No es una ciudad valiente pero hay personas con mucho talento empujando y estoy convencida de que la ciudad cada vez arriesgará más para tejer lazos y sinergias, abrir la ventana y ventilar aire fresco del exterior.

–A . Kortabitarte. Es difícil hablar de valentía cuando han censurado una de sus propias exposiciones. Uno puede tener mayor o menor simpatía por los autores de esas obras pero la censura no ayuda a la convivencia. Además, no compete a la cultura hacer un esfuerzo por fomentar la convivencia: debería lucharse contra la desigualdad porque se habla mucho de paz pero olvidamos la justicia social.

–A. López. Sin conocer de cerca los puntos más sensibles, parece que se han pisado algunos charcos innecesarios, quizá pecando de timoratos.

–P. Malo. Las olas de energía ciudadana han quedado en una calma chicha que no molesta pero que tampoco te acerca a ningún puerto, y si ese desinterés lo percibe la ciudadanía, es complicado generar ilusión.

–S. Morante. En el proyecto en el que he participado, Shakespeare vs Chejov, hay correspondencias entre escritores que tienen mucho que ver con la convivencia. Donostia 2016 ha plantado varias semillas en forma de proyectos y una vez termine el año, podremos ver el fruto y valorar su calado.

–J. P3z. No ha habido especial conexión con la ciudadanía y la idea de la convivencia ha quedado diluida en el simple espectáculo.

–A. Pimenta. Más allá de algún error fruto de la autocensura o del exceso de celo de alguno, se ha jugado con valentía. Por ejemplo, el proyecto Sin adiós ha servido para hablar de temas que nos duelen y de heridas sin cerrar. Es extraordinario que la cultura sea útil para favorecer esa cicatrización, salir de silencios temerosos, lugares comunes y enfrentamientos ideológicos.

–J.L. Rebordinos. Creo que se ha trabajado bien en el ámbito de la convivencia pero hará falta más tiempo para juzgar los resultados.

–D. Sarriugarte. Era un concepto muy ambicioso y amplio. Primero habría que concretar entre quiénes hay que construir esa convivencia. Igual se quería proyectar hacia fuera la imagen de que se puede venir tranquilamente a Donostia porque el conflicto ha terminado, pero los conflictos nunca acaban, como demuestra la polémica de la censura de Giltzapekoak. No censuraron las obras por su contenido, sino por los autores: censuraron a las personas. Podían haber sido más valientes. La convivencia no es solo vivir con quien te llevas bien, sino al revés: para construir una convivencia sólida debes tratar con quien te llevas mal. Por otro lado, y si hablamos de conflictos que persisten, la gente joven de la ciudad sufre el problema de la vivienda, los altos precios de los alquileres, un turismo que lo está devorando todo…

–R. Unzurrunzaga. Desde mi perspectiva de galerista, el objetivo de cultura para convivir no se ha cumplido. He sufrido una experiencia de diferencias entre los sectores público y privado.

Viendo el desarrollo del proyecto, ¿necesitaba Donostia gastar 46,8 millones en la capitalidad cultural?

–I. Agirre. Lo del dinero siempre es relativo. Con esa cifra aseguraríamos el programa Paperezko kontzertuak de Garoa para unos 4.150 años pero el problema no está en el dinero sino en las raíces del proyecto. Además, la cultura no es gratis, aunque a veces lo parezca: los creadores nunca deben perder su dignidad.

–K. Almandoz. Se tendrían que haber gastado 100 millones. ¿Por qué nos jode tanto que se gaste en cultura y no en hacer campos de fútbol, superpuertos y museos de titanio?

–M. Arroitajauregi. Ha habido actividades con un despilfarro obsceno. Vuelvo a citar a Saizarbitoria, que denunciaba que es increíble cómo se nos llena la boca hoy en día con la gestión cultural cuando los niños salen de la escuela sin saber música: es una verdad como un templo.

–H. Cano. Todo es relativo. Creo que el presupuesto de Wroclaw 2016 casi duplicaba al de Donostia. Está bien fiscalizar los dineros destinados a cultura, pero no nos engañemos: este pueblo gasta mucho más en unos kilómetros de carretera y en hacer una rotonda, y ahí no veo una fiscalización tan feroz. La cultura está totalmente precarizada, parece que cualquier cosa que va más allá de la limosna nos parece cara o sospechosa. ¿No es sintomático?

–N. Eceiza. No sé si necesidad es la palabra, pero creo que ha sido positivo. Eso sí, espero que se regule la subida de los precios en todos los ámbitos y que Donostia no se convierta en una ciudad de lujo donde sólo los turistas que hayan ahorrado puedan sentarse a tomar café en una terraza.

–A. López. ¿Ha costado casi 50 millones? Madre de dios...

–P. Malo. Podría haberse empleado ese dinero en incentivar a personas que hacen y viven de la cultura, no para una actividad que nazca y muera en el año, sino que tenga continuidad en el tiempo. Todo este despliegue de las capitalidades ha demostrado estar claramente sobredimensionado si se tienen en cuenta los costes y la repercusión que se logra.

–J. P3z. Es una barbaridad de dinero que confiemos esté justificado. Los fondos públicos para la difusión cultural deben ser administrados en asuntos útiles y mejor planteados, desarrollados y ejecutados.

–A. Pimenta. No soy quién para saber si el dinero ha estado bien o mal invertido pero me parece estupendo que se gasten 50 millones, y 100 si los hubiera, para potenciar las actividades culturales y pagar a los profesionales. Solo criticaría que a veces ha habido un exceso de popularización de la cultura, una cierta impresión de que todos somos artistas, un empuje excesivo al amateurismo, en detrimento de valorar económicamente el trabajo de los profesionales.

–J.L. Rebordinos. A falta de más tiempo y datos, estoy convencido de que el retorno económico para la ciudad y para el país ha sido positivo.

–D. Sarriugarte. Desde luego, no era una de las necesidades prioritarias de la ciudad.

–R. Unzurrunzaga. Espero que todo ese esfuerzo económico haya podido sensibilizar a la ciudadanía, para valorar la cultura y seguir transmitiendo las distintas artes, que son nuestro legado, lo que trasciende en la historia y nos ayuda a convivir.
En general, el proyecto no ha conectado con la ciudadanía. ¿Por qué?

–H. Cano. ¿Pero desde cuándo tenemos fe en la cultura? En los últimos años no nos han faltado propuestas culturales y nunca se les ha prestado tanta atención. ¿Pensábamos cambiar el mundo de repente con la capitalidad cultural o convertirnos todos en lectores empedernidos y expertos en danza contemporánea? ¿Solo queremos que nos entretengan o estamos dispuestos a entrar en la senda de la reflexión de modo crítico y sincero?

–D. Sarriugarte. Ha sido un proyecto inabarcable y para conectar es necesario hacer un gran trabajo de hormiguita. Además, la capitalidad ha incrementado algunas tendencias preocupantes para los jóvenes que vivimos en Donostia: la gentrificación, un espacio público cada vez más privado, los proyectos no ecológicos, considerar las instituciones como algo lejano, destinar grandes presupuestos en tiempos de crisis a pagar no sé sabe muy bien qué… La inauguración de Hansel Cereza también fue problemática y no creo que hayan logrado superar esa primera impresión.

¿Cuál debe ser el legado de la capitalidad cultural?

–I. Agirre. Lo del legado es un perogrullo. Nosotros siempre hemos creído en él y lo trabajamos todos los días. Si no sientes que estás aportando a la sociedad, que lo que haces influirá a largo plazo, ¿para qué hacerlo? Es un error asociarlo a un proyecto concreto, y menos a un proyecto de carácter plenamente institucional.

–K. Almandoz. Es innegable que Donostia 2016 ha dado la oportunidad de conocerse a mucha gente que probablemente coincida en futuros proyectos. El legado son las sinergias creadas.

–M. Arroitajauregi. Ojalá se pueda aprovechar para hacer una lectura de los aciertos de Donostia 2016 y darles continuidad, por ejemplo, al festival Glad Is the Day, organizado con muy poco apoyo público y que a punto estuvo de no hacerse. Es fácil, sólo hay que confiar y apoyarse en gente que realmente arriesga por la cultura y juega a pie de calle como el Dabadaba o el Bukowski. Ya no hablamos de apoyarles sino de no putearles: es significativo que en este 2016 el Bukowski se haya tenido que comer una multa de 3.000 euros por exceso de aforo...

–M. Beldarrain. La herencia puede servir para ahondar en los logros y las experiencias positivas pero también para corregir errores con la mirada puesta en la participación de todos.

–A. Kortabitarte. ¿Y el año que viene qué? ¿Quién va a empujar la cultura en esta ciudad? Pues esos a quienes casi nos desplaza esta avalancha desproporcionada de actividades.

–A. López. No vislumbro cambios estructurales pero si el legado ayuda a quitar óxido a inercias un poco anquilosadas de la ciudad, habrá servido de algo. En nuestro caso, el logro no sería haber celebrado Glad Is The Day en Cristina Enea, sino haber logrado ampliar los usos de un espacio tan chulo. Antes de Donostia 2016 no habría sido posible y está por ver si lo es en el futuro, sin la capitalidad.

–P. Malo. Cuando no has creado a lo largo de un año un protagonismo cultural que haya dejado huella en la ciudad, difícilmente puedes pretender crear un legado. Teniendo en cuenta la velocidad a la que va todo en la actualidad, parece que quedará como algo difuso e inconcreto que seguiremos sin saber explicar muy bien.

–A. Pimenta. Me encantaría que uno de los legados fuera seguir trabajando por la convivencia, la memoria y el reconocimiento a las víctimas de la violencia y a favor de profundizar en los derechos humanos.

–S. Morante. Debería servir para que los proyectos de este año calen en la ciudad y se mantenga el nivel y variedad de actividades culturales.

–D. Sarriugarte. El legado es un reto. Hemos criticado mucho el proyecto y ahora tenemos algo sobre lo que reflexionar: nos corresponde actuar después de la burbuja.

My God!

 

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